Ahora mismo escribo porque no puedo hacer otra cosa más. Mi mente se encuentra en stand by y no me permite estudiar, dormir o pensar Escribo, planteo situaciones y “pienso” acerca de lo que es mi vida. Y que mejor que dejar a la mente fluir mediante un relato improvisado:
Érase una vez, en los albores del universo, un tiempo en el que no existían los colores tal y como los conocemos hoy (exceptuando a daltónicos, acromáticos y ciegos). Sólo estaban los dos hermanos, Blanco y Negro. Blanco, el menor de los hermanos, había nacido poco tiempo después que negro, pero tenía más iniciativa que su hermano mayor. Tardó pocos eones en crear la luz (blanca, por supuesto), las estrellas y el tiempo. Negro creó el vacío, y en un acto de egolatría creo los agujeros negros. Los agujeros negros eran tan poderosos que absorbían las creaciones de su hermano menor, y éste no tenía más remedio que llorar, porque su hermano Negro, más viejo y mandón que él, ocupaba prácticamente toda la extensión del universo. Cuando la luz, las estrellas y el tiempo, que con tanto cariño había creado Blanco, entraban en los magníficos agujeros negros, se distorsionaban, giraban y desaparecían. Nadie sabía por donde salían. Así pasaron los años, millones de ellos, con la rutina de creación y destrucción de los hermanos. Pero un día, Blanco, ya harto de llorar, se acercó peligrosamente a un agujero de su hermano para acabar con su vida, pues que sentido tenía si todo lo que él hacía lo rompía su hermano. Paso a paso, Blanco se acercó, y justo cuando se iba a meter en el agujero, Negro le divisó en la distancia, pero no eran rápido como la luz, así que no le dio tiempo a agarrarle antes de que sucumbiera ante el inmenso poder de su creación. Blanco dio vueltas y vueltas, gritando y revolviéndose, hasta convertirse en un punto muy pequeño en un lugar donde no se aplican las leyes de la física y, finalmente, desaparecer.
Negro, ante la impresión y el dolor del momento, pegó un grito que se oyó, literalmente, en los confines del universo, y los agujeros negros, alterados por éste, empezaron a moverse caóticamente, chocando unos contra otros y formando un cúmulo enorme que absorbía la luz, el vacío, las estrellas, y, en último término, a Negro.
Todo lo que quedaba en el universo era un agujero gigante que lo contenía todo, incluidos los hermanos. Negro, al abrir los ojos dentro del agujero (pues pensaba que estaba “muerto”), vio a su hermano, sonriéndole, y juntos se fundieron en un abrazo con tal fuerza que la gravedad del agujero se disolvió, explotando y fusionando a los dos hermanos en un ente que contenía todos los colores que puedas imaginar, disolviéndolos a lo largo y a lo ancho del universo hasta nuestros días. Conocemos la explosión del agujero y la expansión de los hermanos como Big Bang.
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